A continuación, reproducimos la entrevista publicada por Diario de Navarra (el pasado miércoles 27 de febrero) a José Antonio Galdón Ruiz, presidente del COGITI. La publicación tuvo lugar con motivo de su visita a Pamplona para presentar en el Colegio de Ingeniero Técnicos Industriales de Navarra el Sistema de Acreditación Profesional DPC.
José Antonio Galdón Ruiz (Barcelona, 1975), presidente
de la
Ingeniería Técnica Industrial de España (COGITI), accedió al cargo cuando
tenía 36 años, precocidad que también demostró cuando se convirtió en decano del
Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales de Murcia con sólo 30 años.
Recientemente visitó la sede del
Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos
Industriales en Pamplona para presentar un sistema de acreditación profesional
que certifica la experiencia y la
formación continua de los colegiados, una
herramienta que también servirá para mejorar su
empleabilidad en el
extranjero.
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José Antonio Galdón Ruiz, presidente de COGITI. |
-¿No es un derroche formar ingenieros en España y que se vayan a
trabajar a Alemania?
Es cierto, parece que Alemania nos manda aquí a
sus jubilados y se llevan para allí a nuestros jóvenes mejor formados. Pero
partimos de la base de que para el correcto desarrollo de un ingeniero es
preferible que trabaje en su profesión, aunque sea en otro país, a que se quede
en España en el paro o empleado en otro puesto de trabajo que no esté
relacionada con su formación.
-¿La acreditación es una especie de pasaporte para trabajar en el
extranjero?
El sistema de acreditación profesional continuo se está
implantando en todas las profesiones. Los colegios de ingenieros técnicos
estamos más avanzados en este proceso que otros colectivos. No se trata de un
pasaporte para salir al exterior, sino que es un sistema para certificar la
experiencia y la formación continua de cada uno de los colegiados. Este sistema
viene utilizándose en el mundo anglosajón desde hace muchos años e incluso se
exige para trabajar en esos países.
-Luego también es una herramienta para ir a trabajar al
extranjero.
Así es. Hemos firmado un acuerdo con el ZAV, el
servicio federal de empleo alemán. Ellos creen en este sistema porque les
estamos dando una garantía más de calidad a todos los ingenieros que van allí.
Aparte, también les servimos como filtro. Con Austria también hemos firmado. En
nuestra página web habrá unas 600 ofertas de empleo.
-¿Qué coste tiene?
Los colegiados no están obligados a
apuntarse al Sistema de Acreditación Profesional DPC Ingenieros. Para los
jóvenes es gratuito y los desempleados lo pueden obtener al 50% de su precio. La
acreditación más cara, la de expertise, vale 150 euros y la más barata (junior)
son 20 euros.
-¿No necesitamos ingenieros en España para desarrollar un tejido
productivo exportador?
Nosotros somos los primeros que estamos
defendiendo la reindustrialización de nuestro país, que apostamos para que
vengan inversiones. Disponemos de unas infraestructuras magníficas y unos
profesionales preparadísimos. Este es un país competitivo en cuanto a salarios.
De hecho, ahora están reinvirtiendo en nuestro país muchísimas empresas
automovilísticas.
-Si tenemos todo lo necesario, ¿dónde está el problema para despegar
económicamente?
El problema más importante es la falta de
inversiones. La inestabilidad económica del país no lo hace atractivo para las
inversiones y los bancos no se animan a prestar dinero. Además, nuestra
industria ha estado muy centrada en las necesidades interiores ligadas al sector
de la construcción. Había regiones en las que el 50% del sector industrial se
dedicaba a producir para la construcción. Y ahora que es imprescindible exportar
para sobrevivir, ¿qué hacemos? Quizá nuestras empresas no han sabido abrirse a
un mercado internacional porque no lo necesitaban.
Ahora nos damos cuenta
que nuestras compañías tienen que salir y que hay unas oportunidades
impresionantes ahí fuera. Creo firmemente en que somos competitivos y que
podemos fabricar productos de calidad, pero actualmente se une la incertidumbre
del crédito con la situación económica general. No obstante, soy optimista y
estoy convencido que podremos darle la vuelta a la situación.
-¿Hemos aprendido algo del error de la burbuja
inmobiliaria?
Todo el desarrollo económico que vivimos ligado a la
construcción fue ficticio. Los índices de actividad industrial subían en aquella
época de forma artificial. Desarrollar ese tipo de industria era mucho más
fácil. Ponerse a fabricar puertas y ventanas era un camino muy sencillo porque
ya sabías que tenías la producción vendida de antemano. Encima lo hacías sin
necesidad de salir al exterior, que es mucho más complicado y nos asusta un
poco.
-¿Cuánto tiempo va a costar crear un tejido industrial para dar
trabajo a seis millones de parados?
La recuperación no va a ser
inmediata, sino progresiva. La gente tiene que ser consciente de ello, pero, al
mismo tiempo, hay que ser optimistas para que vuelva el consumo. En la medida en
que la gente consuma más, esa demanda requiere producción e industria. Aunque en
España hay que reconocer la importancia del turismo o la agricultura, lo cierto
es que la industria había quedado abandonada por la pujanza del sector de la
construcción, que desvió el rumbo económico del país y ahora hay que
enderezarlo. Un sector industrial potente da estabilidad a una nación y eso es
precisamente lo que necesitamos. De esta crisis vamos a aprender todos
muchísimo.
-¿Podremos llegar al nivel de Alemania?
Costará, pero
podemos lograrlo.
-Cambiando de tema, ¿qué opinión tiene el COGITI de la liberalización
de los servicios profesionales?
Los arquitectos no están muy
contentos. La futura ley de servicios profesionales tiende a eliminar
determinadas barreras que no tenían sentido. Un ingeniero técnico industrial
puede proyectar, por ejemplo, una nave industrial de 100.000 metros de
superficie con tres plantas, dos sótanos y con tres puentes grúa y, luego, no
puede hacer una nave de 50 metros cuadrados de uso agrícola. Las atribuciones
profesionales se basaban en los usos y no en la complejidad técnica. En ese
sentido, es un acierto que se eliminen barreras basadas en el uso y no en los
principios técnicos.
-Pero si los ingenieros pueden hacer el trabajo de los arquitectos,
¿para qué enseñar esa disciplina en las universidades?
Un
arquitecto siempre tendrá una formación más específica en edificación o en
vivienda y un ingeniero también en edificación además de otros temas. Lo que no
se puede pretender es hacer compartimentos estancos. Un arquitecto sabrá hacer
otras cosas, no sólo edificios. Hoy en día lo que hay que hacer es competir y
permitirle a la sociedad que elija el profesional que considere oportuno. Habrá
ingenieros que quieran especializarse en edificación y competirán con un
arquitecto, ¿por qué no? El mercado pedirá siempre lo mejor y eso no se puede
conseguir si, independientemente de si eres bueno o malo en lo tuyo, tienes
asegurada una parcela por el mero hecho de obtener una titulación